miércoles, 27 de junio de 2012

ORIGEN

[3]
Corro hacia él con una sonrisa dibujada en mi cara. Y ahí está, esperándome con los brazos abiertos para encerrarme en ellos y no dejarme salir nunca. Puedo sentir su calor, recorriendo mi cuerpo como si del agua de una cascada se tratara. Apoyo mi cabeza en su pecho y aguanto la respiración para escuchar los latidos de su palpitante corazón. Y entonces se apodera de mis oídos el silencio. Lo único que capto es el sonido de gotas al caer al suelo que pisan mis pies. Con un mal presentimiento y una sensación de malestar, bajo la mirada y encuentro un charco de color rojo rodeándonos. Un terror inconfesable inunda mis venas y me paraliza. Sin quererlo y por obligación alzó la cabeza, para observar como sostengo un cuchillo en la mano y está clavado en su estómago. Con una mano temblorosa lo saco y veo que estoy recubierta de sangre, su sangre, y que yo lo he matado. Busco en la oscuridad que ahora nos rodea sus preciosos ojos color miel y solo encuentro vacío; pero un susurro inunda la habitación y, tras segundos de un dolor indescriptible en mi interior, lo entiendo.
          Tú me has matado. Es tu culpa. Sufre. Paga las consecuencias. Asesina...
Volver a escuchar su melodiosa voz me paraliza. Las lágrimas descienden por mis mejillas sin pausa, a un ritmo acelerado y enrojecen mis ojos. Pasa tiempo, mucho tiempo. Sigo ahí parada, sin poder moverme y con el corazón ardiendo, cuando fuego del color de la sangre me inunda. Entonces grito, con todas mis fuerzas. Expreso mi dolor en un solo sonido agudo y penetrante que me hace abrir los ojos y encontrarme en una habitación, su habitación. Observo los libros, apilados en las estanterías sin orden aparente, y me embriaga el olor a madera y a papel. A través de la ventana se puede ver los tejados nevados como la primera vez que estuve allí. Una tímida sonrisa aparece en mis labios al recordarlo y me sobresalto al escuchar la puerta, con su característico chirriar. Me encuentro con sus ojos, pero no es él.

miércoles, 20 de junio de 2012

ORIGEN

[2]
El frío me congela las piernas y me produce dolor, pero estoy decidida y nada me va a hacer cesar en  mi empeño. Avanzo cada vez con más dificultad, la parte de abajo de mi cuerpo empieza a adormecerse y las fuerzas para continuar van desapareciendo. El tiempo parecer pasar con más lentitud que nunca y mi vista se nubla, enturbiando el camino. Ya no siento los dedos y el cansancio acude a mí como si hubiera recibido una llamada que nadie ha realizado. Se me cierran los ojos, sería tan fácil dejarse llevar y soñar... Pero hay algo que me dice que hacerlo solo me llevaría al mismo destino en el que él acabó. Entonces alzo la vista y me fijo en el lugar por el que voy dando los pasos. Ahí está, como cuando ambos, juntos, lo recorrimos por primera vez. El mismo color blanco nieve que lo recubre, la sombra de los mismos árboles que se mecen suavemente con la brisa, el mismo aroma a frío y a invierno que lo invade todo, pero ya no está ese sentimiento de calidez que me proporcionaba. Ahora continúo por mi, por recuperar la voz que quedó enterrado al igual que su cuerpo. Sin previo aviso, mis piernas tiemblan y no pueden aguantar mi peso. Caigo a la nieve como si de papel sujetando una piedra me tratara y, por mucho que lo intento, no consigo levantarme. "Si quieres, puedes" me digo a mí misma una y otra vez, pero apenas siento mi cuerpo. La cabeza me da vueltas y veo su sonrisa, intento llamarlo pero no se escucha más que el ruido de las hojas al ser golpeadas por el viento. No me quedan fuerzas para mantener los ojos abiertos, y decido dejar caer mis párpados. El mundo de mi alrededor se vuelve negro, oscuro, apagado, triste. Pienso que todo está perdido, que no voy a seguir adelante, que mi esfuerzo no ha valido la pena. Derramo una lágrima, de las que tenía prohibidas dejar caer, y un calor abrasador inunda mi pecho. Tonta, estúpida, inútil, ¿por qué lo has hecho? Y mientras todos estos pensamientos bombardean mi mente, noto la temperatura corporal de alguien a mi lado, alguien que me rodea con sus brazos y me levanta del suelo en el que me encuentro. Un pequeño terror se apodera de mi, intento revolverme y escapar, pero por un momento olvido que no puedo moverme y solo el hecho de intentarlo me produce dolor. Decido dejar de pelear por unos instantes y relajarme. Segundos antes no tenía la certeza de que, al despertar, iba a poder ver el mundo en el que llevo más de 18 años, así que, ahora que puede que esté a salvo, me dejo llevar. Cuando despierte lucharé, pero hay veces que tenemos que saber cuando aparcar la batalla y dedicarnos a descansar.

domingo, 10 de junio de 2012

ORIGEN

[ 1 ]
Salgo del agua. Estoy mojada, muy mojada y una humedad penetrante me rodea y se cala hasta mis huesos. Siento como las gotas se deslizan por mi piel y caen al suelo, produciendo un sonido regular y continuo. Mi pelo se apoya en el hombro, dejándose caer lacio y pesado hacia abajo. Empiezo a avanzar por la dura madera del suelo que recubre el muelle, el puente en el que me encuentro subida y camino por él. Pero de pronto me invade una necesidad acuciante de parar, dejar atrás el camino que acabo de emprender y volverme a sumergir para sentir de nuevo esa sensación de estar flotando, de haber cambiado de mundo, de ser otra persona. Y por una milésima de segundo, tomo la decisión de hacerlo y no volver para tomar aire de nuevo, nunca. Aunque hay algo que me lo impide, un pequeño ángel de la guarda o uno de los malos, según se mire, que hace que mis pensamientos tomen otra dirección y mis ojos desvíen su atención a mis pies, con arrepentimiento. Y ahí veo, marcadas con un contorno perfecto, mis huellas; la forma de mis pies dibujadas con agua, oscureciendo el marrón que está bajo mi cuerpo. Destacan las uñas, pintadas con un rojo intenso y brillante que me recuerda al color de la sangre, como la que caía de sus heridas y lo dejaban malherido y demacrado por el dolor.. Entonces un fuego lleno de rabia, distinto al que estaba acostumbrada, penetra en mis venas y me quema por dentro, activando la parte de mi cerebro que odia sufrir y no quiere volver a tener sensaciones como aquella. Decido en ese momento que quiero recordar, volver a ver las imágenes de mi historia dentro de mi cabeza una y otra y otra y todas las veces que haga falta hasta que me acostumbre a ellas, o incluso las aborrezca, dejándolas apartadas para siempre. Voy a volver a vivir el origen de mi vida actual, y lo superaré, cueste lo que cueste. Suspiro y reemprendo la marcha, en dirección a todo lo que guarde alguna relación conmigo. Empieza la aventura.